Los músicos somos en general emprendedores bastante pasivos. Si tenemos algún trabajo fijo, enseñando, tocando en una orquesta o algo así, nos consideramos afortunados. Y si no... esperamos que a alguien le guste la música que hacemos; esperamos que alguien esté dispuesto a pagar por ella; esperamos que alguien nos contrate para cantar o tocar.
Tuve la suerte de acompañar en el piano al gran barítono chileno Javier Arrey en varias ocasiones. Javier tiene una vocación social profunda, y siempre trata de combinar los conciertos pagados con algunas actividades educativas en beneficio a poblaciones distintas. Hemos tocado en hospitales y centros de detención preventiva, o sea, en cárceles para menores.
Para este año Javier planifica un concierto para personas sin hogar. Siempre lo hace a gran escala: logra encontrar los fondos para llevar al lugar un piano de cola de verdad; invita colegas de altísimo nivel; se construye un escenario; subimos a tocar con los mejores trajes de concierto y ofrecemos lo mejor del canto lírico a ese público, que en su mayoría nunca había escuchado canto lírico en su vida, y en muchos casos nunca había visto un piano de cola.
Después de cantar, nos disponemos a conversar, contestar preguntas y compartir con el público. El efecto de estos eventos es impresionante: la gente queda boquiabierta, literalmente, y tremendamente agradecida.
Lo que quiero plantear es esta posibilidad que a muchos de nosotros ni siquiera se nos ocurre: que parte de nuestra misión como músicos es educar al público, ayudarle a acercarse y conocer nuestra música, no solo ofrecerla a aquellas personas que ya la conocen y quieren. Esto vale para funciones de beneficio, pero también para ampliar el mercado y poder vivir de la música.
Es bueno preguntarnos dónde están los fondos que podrían pagar por nuestra arte, y cuáles son los posibles públicos nuevos que podemos encontrar. Y los fondos sí existen, fondos del gobierno y fondos privados: grandes empresas invierten en eventos culturales para los empleados y sus familias. Estos fondos van en general al arte más popular. Tenemos un rol educativo también con las personas que manejan estos fondos, que toman las decisiones, para que elijan otras opciones culturales.
¿Tienes alguna propuesta para acercar tu música a gente que no la conoce? ¿Una presentación donde también explicas, cuentas, hablas con el público, contestas preguntas? Tienes alguna propuesta que puede interesar a un empresario?
No nos gusta pensar en el dinero. Pero si no podemos vivir de nuestra música, tenemos que encontrar otro trabajo. Es así de simple. Y pensar en nuestro oficio como una misión educativa es un posible camino para salir al mundo, para mostrarnos más, y quizás, para poder vivir de este trabajo.
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