“No puedes hacer lo que quieres, si no sabes qué estás haciendo”
Moshé Feldenkrais
En los últimos años se hizo muy de moda el concepto “Mindfulness”. En mi camino con el budismo tibetano se mencionaba esta palabra como un componente de la práctica de meditación, se traducía al español como “prestar atención”, y se refería a nuestra capacidad innata de dirigir el foco mental hacia un objeto de atención, que puede ser externo o interno. O sea, te puedes enfocar en tus pensamientos, sensaciones o emociones, o también en un objeto en el mundo externo.
En la práctica de meditación sentada, el objeto de atención solía ser la respiración. Pero también podrías dirigir tu atención hacia tus pensamientos, hacia tus sensaciones físicas o hacia tu estado emocional. Pero en el contexto de la vida cotidiana, este concepto se aplica a menudo a la acción. Tu intención es mantener la atención a lo que estás haciendo momento a momento, permanecer en el aquí y ahora. Y cuando tu mente se va (lo que siempre sucede) hacia el pasado o el futuro, y empiezas a conversar en tu imaginación con personas que no están ahí, o planificar lo que harás mañana, o repasar lo que pasó ayer... tu tarea es simplemente darte cuenta de que te alejaste del objeto de atención, y volver a él. Es una práctica potente, y como cualquier práctica, mejora en la medida que la sigues practicando.
En las clases del Método Feldenkrais® utilizamos constantemente esta habilidad de nuestra mente de prestar atención que llamamos “Mindfulness”. Nos movemos con mucha atención a los detalles, permaneciendo en el aquí y ahora. Logramos calmar la mente, mantenernos enfocados, y discernir detalles más y más finos de nuestra acción. Nuestro sistema nervioso está despierto y atento, y recibe mucha información nueva. En estos momentos nos alejamos de la carrera cotidiana de logro y rendimiento, y nos dedicamos a, simplemente, observar.
Este acontecimiento mental que acabo de describir tiene un nombre: se llama Aprendizaje. Este es el proceso que nos mantiene vivos y despiertos, que nos permite seguir mejorando y creciendo. Muchas veces en la vida adulta, llena de deberes, tareas, trámites, trabajo y obligaciones, se nos olvida volver a ese proceso vital. Nuestro cerebro, que sigue haciendo las mismas cosas día tras día, ejecutando una y otra vez programas habituales y muy transitados, se empieza a atrofiar. Si no alimentamos su curiosidad, se pone a dormir. Si no le ofrecemos nuevas experiencias, sigue funcionando en modo de piloto automático y se vuelve flojo. El cerebro necesita alimento, y su alimento es la novedad.
En las clases de “Mindfulness en movimiento” alimentamos al cerebro. Lo enfrentamos con situaciones nuevas, lo desafiamos a solucionar problemas, le presentamos opciones y alternativas, lo entretenemos con variaciones. Las situaciones poco habituales que presentan estas clases seducen al cerebro, llaman su atención, le dan materia para enfocarse, y despiertan su curiosidad.
En cada clase mejoras algún movimiento, alguna función, algún detalle específico de acción. Cada clase es distinta, nueva, y trabaja otro detalle de movimiento. Pero más allá de esos detalles, la acumulación de varias clases pone en marcha un proceso de aprendizaje y renovación, te da herramientas para observar mejor, para enfocarte mejor, para estar más presente y menos dispersa.
Esta es, para mi juicio, la esencia de “Mindfulness en movimiento”.
Si te atrae la idea de darle alimento de calidad a tu cerebro y entregarte a un proceso de aprendizaje y crecimiento constante, escríbeme para recibir información sobre las clases.
En julio ofrezco una serie de clases de “Mindfulness en movimiento” del Método Feldenkrais en Limache viejo, Vª región.
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